
El papa Francisco volvió a sorprender al mundo. En una visita no anunciada a la basílica de San Pedro, se lo vio paseando en silla de ruedas, vestido con pantalones oscuros, una camiseta blanca y una ruana rayada, alejado completamente del traje papal tradicional. La imagen fue difundida por medios vaticanos y compartida por el medio ACI Prensa, generando un impacto inmediato: no por lo que dijo, sino por lo que mostró. Un hombre común, frágil, sin adornos, transitando el tramo final de su vida con la misma cercanía con la que ha intentado conducir la Iglesia.
El Papa Francisco realizó una visita sorpresa a la Basílica de San Pedro en silla de ruedas mientras utilizaba su cánula de oxígeno. Era la primera vez que se le veía sin su vestimenta papal.
— ACI Prensa (@aciprensa) April 10, 2025
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Con 88 años y visiblemente debilitado, Francisco no oculta su condición física. Lleva cánulas de oxígeno, necesita asistencia para movilizarse, pero eso no le impide seguir cerca de la gente, de los lugares sagrados y del centro mismo del catolicismo. Su elección de aparecer sin pompa ni ceremonia no es un descuido, es un gesto. Y como todo en este pontificado, los gestos hablan tanto o más que las palabras.
Desde que fue elegido en 2013, Jorge Mario Bergoglio ha marcado una diferencia profunda con sus predecesores: no se presenta como un príncipe de la Iglesia, sino como un servidor. Esa humanidad sin artificios no significa que su legado sea menor. Por el contrario, en estos años Francisco ha dejado huellas profundas en la historia de la Iglesia. Uno de sus hitos fue la encíclica "Laudato Si'" (2015), donde por primera vez un pontífice colocó la cuestión ambiental en el centro del magisterio eclesial, llamando a una "conversión ecológica" global.
Otro momento clave fue el Jubileo de la Misericordia (2015-2016), que no solo impulsó millones de confesiones y peregrinaciones, sino que propuso una nueva forma de entender la centralidad del perdón en la vida cristiana. Más que una doctrina, propuso una actitud.
Finalmente, su impulso reformador en la Curia Romana ha sido silencioso pero constante. Enfrentando resistencias internas, Francisco reestructuró organismos, promovió transparencia financiera y descentralizó decisiones, buscando una Iglesia más pastoral y menos burocrática.
Francisco no es un papa en retirada, es un hombre que sabe que le queda poco tiempo y lo vive con coherencia, sin espectáculo pero con significado. En esa imagen informal y casi doméstica, hay un mensaje para todos: lo sagrado no está peleado con lo simple.