20/04/2025 - Edición Nº803

Internacionales

Retórica ideológica, cálculo estratégico

Erdogan y Hamás: la nostalgia otomana que amenaza la estabilidad de Medio Oriente

20/04/2025 | Israel enfrenta no solo a un grupo terrorista atrincherado en Gaza, sino a una red de legitimación política y diplomática que incluye actores estatales. Turquía, bajo el mando de Erdogan, se ofrece como mediador pero actúa como patrocinador. La historia se repite, pero con actores nuevos y peligros renovados.



La Turquía de Erdogan consolida su respaldo a Hamás mientras busca posicionarse como potencia regional. Un juego peligroso que combina cálculo estratégico, discurso populista y ambiciones geopolíticas de largo plazo. 
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no ha ocultado su simpatía por Hamás. Desde hace años, su retórica ha abandonado la prudencia diplomática para abrazar abiertamente a una organización terrorista responsable de masacres como la del 7 de octubre de 2023, donde más de 1.200 civiles israelíes fueron asesinados con brutalidad. Para Erdogan, Hamás no es un grupo yihadista sino una "fuerza de resistencia" —una afirmación que, lejos de ser ingenua, responde a un propósito geopolítico preciso: posicionar a Turquía como la voz dominante del mundo sunita, en competencia con Irán y Arabia Saudita.

No se trata solo de simpatía ideológica. Turquía busca consolidar influencia en territorios históricamente ligados a su legado otomano. Gaza es un símbolo poderoso. La retórica pro-palestina le permite a Erdogan proyectar liderazgo regional, mantener su ascendencia sobre las masas islamistas, y debilitar a rivales estratégicos, especialmente a Egipto y a los Emiratos Árabes Unidos. Este respaldo a Hamás, sin embargo, lo aleja de sus antiguos aliados occidentales y lo posiciona en una zona gris peligrosa, entre la mediación y la complicidad.

Israel: firmeza frente a la distorsión moral

Desde Jerusalén, el mensaje es claro: no hay lugar para equidistancias cuando se trata del terrorismo. Israel ha enfrentado en los últimos meses una campaña de deslegitimación internacional impulsada no solo desde ONGs o activistas radicales, sino también desde capitales estatales como Ankara. La decisión de Erdogan de comparar a Netanyahu con Hitler, además de ser una banalización del Holocausto, expone una desconexión total con la realidad histórica y un intento de ganar puntos en el tablero islámico a costa de la verdad.

La política exterior israelí entiende que Turquía no es monolítica. Distingue entre el aparato ideológico que hoy domina el poder ejecutivo y los intereses estratégicos profundos de un Estado que, más allá de Erdogan, valora su rol en la OTAN, su industria militar avanzada y su necesidad de estabilidad económica. Pero no ignora que mientras Hamás reciba respaldo diplomático y logístico desde Ankara, el conflicto no solo persistirá: se internacionalizará aún más.

Turquía: ¿potencia mediadora o plataforma islamista?

La ambición de Ankara por posicionarse como mediador no es nueva, pero sí cada vez más contradictoria. Un país que protege en su territorio a líderes de Hamás, que permite su financiamiento a través de bancos turcos y que organiza encuentros oficiales con su cúpula política, difícilmente pueda presentarse como neutral. Sin embargo, sería un error estratégico por parte de Occidente e Israel descartar a Turquía como un actor válido.

Turquía no es Irán. Su motivación no es teocrática, sino geopolítica. Erdogan actúa más como un neo-otomano que como un ayatolá. La prioridad turca es consolidar esferas de influencia en su periferia inmediata: el Cáucaso, Siria, el norte de Irak, Libia, el Mediterráneo Oriental y, ahora, Gaza. En ese marco, la relación con Hamás le otorga un canal directo con una causa emocionalmente potente para el mundo musulmán, aunque ello suponga tensar relaciones con aliados tradicionales.

La OTAN y la paradoja de Ankara

Que un país miembro de la OTAN respalde a un grupo terrorista como Hamás plantea una paradoja incómoda para Bruselas y Washington. Turquía sigue siendo indispensable para la arquitectura militar occidental: controla el acceso al Mar Negro, opera bases clave para operaciones en Medio Oriente, y sirve de dique frente a los flujos migratorios que podrían desestabilizar Europa. Erdogan lo sabe, y explota esa dependencia con habilidad.

Sin embargo, este doble juego no es sostenible en el largo plazo. La credibilidad de la OTAN depende de principios, no solo de utilidades tácticas. Y si bien la Alianza puede tolerar diferencias políticas entre sus miembros, apoyar activamente a una organización terrorista cruza una línea roja. La contención de Turquía debe ser estratégica, pero firme: ofrecerle un rol constructivo sin validar su retórica radical.

Turquía ofrece ayuda directa a Hamás para suministros en Gaza

En una maniobra que podría reconfigurar el equilibrio diplomático en Medio Oriente, el jefe de inteligencia turco, Ibrahim Kalin, se reunió recientemente con líderes de Hamás, incluyendo a Mohammad Darwish, para coordinar el envío de ayuda logística y humanitaria a la Franja de Gaza. Este encuentro, revelado por fuentes diplomáticas cercanas al entorno de Hamás, incluye además una propuesta de alto el fuego permanente que Ankara estaría impulsando como plan alternativo al esquema propuesto por Egipto y Qatar.

Aunque presentado como una iniciativa humanitaria, el gesto confirma que Turquía no solo ofrece apoyo moral a Hamás, sino también logístico y político. Kalin, mano derecha de Erdogan en asuntos estratégicos, dejó claro que Ankara se opone a cualquier intento de reocupación o tutela israelí sobre Gaza, alineándose abiertamente con la narrativa del grupo islamista. Este posicionamiento tensiona aún más las relaciones con Israel y plantea serios desafíos para Washington y Bruselas, que aún consideran a Turquía un aliado indispensable.

Para Israel, este desarrollo reafirma una realidad incómoda: la batalla contra el terrorismo no se libra solo en los túneles de Gaza, sino también en las salas de reuniones de gobiernos que, mientras predican estabilidad, siembran inestabilidad. Para Turquía, la apuesta es arriesgada: o se consolida como potencia mediadora regional, o queda atrapada en la contradicción entre su legado occidental y sus ambiciones neo-imperiales.