
El fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril dejó vacante la sede de Roma en un momento de profundas tensiones internas en la Iglesia. El Colegio Cardenalicio se prepara para una elección clave, con una lista de posibles sucesores que encarnan distintos modelos de Iglesia, desde la continuidad pastoral y social de Francisco hasta un retorno a estructuras más tradicionales.
Entre los nombres que suenan con fuerza, figuran ocho figuras destacadas señaladas por el vaticanista Edward Pentin y recopiladas recientemente por el analista internacional Agustín Antonetti en su cuenta de X. Estos son los principales candidatos a ocupar el trono de San Pedro:
Arzobispo de Esztergom-Budapest y Primado de Hungría, Erdő fue creado cardenal por Juan Pablo II en 2003. Tiene un doctorado en Derecho Canónico por la Universidad Lateranense y se ha desempeñado como presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa. Conocido por su perfil intelectual y su defensa de las raíces cristianas de Europa, ha promovido la rehabilitación del cardenal Mindszenty, figura histórica de la resistencia católica al comunismo. Representa una opción conservadora, pero institucional, con amplio respeto dentro y fuera de Hungría.
Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, Tagle es una de las figuras más visibles del ala progresista del Vaticano. Nombrado cardenal por Benedicto XVI en 2012, fue luego promovido por Francisco, quien valoró su cercanía con los pobres, su estilo pastoral sencillo y su capacidad comunicativa. Tagle ha trabajado activamente en el fortalecimiento de la Iglesia en Asia y en el diálogo con otras religiones. Es uno de los favoritos entre quienes desean una continuidad del legado del Papa argentino, y podría convertirse en el primer Papa asiático.
Nacido en Cape Coast, Ghana, Turkson fue el primer cardenal ghanés, creado por Juan Pablo II en 2003. Presidió el Pontificio Consejo Justicia y Paz y luego el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, donde impulsó iniciativas en justicia económica, ecología integral y migración. Con estudios en teología y economía, es considerado un moderado, con sensibilidad social y apertura al diálogo. Su elección sería un hito histórico al convertirse en el primer Papa africano de la era moderna.
Figura central del sector conservador, Burke fue prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y es uno de los críticos más firmes del pontificado de Francisco. Participó en la redacción de las "dubia" sobre Amoris Laetitia, cuestionando la ambigüedad doctrinal. Burke se ha manifestado contra las bendiciones a parejas del mismo sexo, la sinodalidad y la apertura pastoral. Aunque su candidatura tiene escasas posibilidades reales, es respaldado simbólicamente por sectores ultraconservadores y por figuras políticas como Donald Trump.
Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Zuppi es conocido por su labor en mediación internacional y diálogo interreligioso. Miembro de la Comunidad de Sant’Egidio, ha intervenido en procesos de paz en África y América Latina. Francisco lo promovió como figura capaz de encarnar una Iglesia en salida, abierta al mundo. Es considerado un progresista dialogante, que busca equilibrio entre reforma y tradición.
Arzobispo de Colombo, Ranjith fue nombrado obispo por Juan Pablo II y luego secretario de la Congregación para el Culto Divino durante el pontificado de Benedicto XVI. Firme defensor de la liturgia tradicional, se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo y restringió la participación femenina en los altares en su arquidiócesis. Habla diez idiomas y goza de respeto en ambientes conservadores. Su edad y perfil restringido hacen menos probable su elección, pero representa una corriente claramente definida.
Actual Secretario de Estado del Vaticano, Parolin es considerado uno de los hombres más poderosos del aparato curial. Experto en relaciones diplomáticas, ha sido figura clave en las negociaciones con China y en el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Es un moderado pragmático, con buen vínculo con Francisco y perfil bajo. Aunque no es carismático en términos pastorales, su experiencia política y su centralidad institucional lo hacen un papabile serio.
Arzobispo de Utrecht, Eijk es médico de formación y doctor en bioética. Se ha pronunciado con fuerza contra la eutanasia, el aborto y la comunión para divorciados vueltos a casar. Es uno de los teólogos más preparados del Colegio Cardenalicio y representa el pensamiento más afín al de Benedicto XVI. Su claridad doctrinal es valorada por sectores conservadores que desean un viraje en la dirección de la Iglesia.
La elección del próximo Papa no será simplemente una cuestión de geografía, edad o carisma, sino una profunda declaración sobre el alma de la Iglesia Católica en el siglo XXI. Entre cardenales que representan la continuidad de la “Iglesia en salida” de Francisco, y otros que aspiran a una restauración doctrinal más estricta, el cónclave de 2025 se perfila como uno de los más cruciales desde el Concilio Vaticano II. El nuevo pontífice heredará una Iglesia globalizada, desafiante, desgastada por escándalos y urgida de credibilidad, pero también llena de vida en sus márgenes: en Asia, en África, en los barrios humildes de América Latina.
No será tarea sencilla guiar ese rebaño con firmeza y compasión. Sea quien sea el elegido, deberá leer el signo de los tiempos sin perder de vista el corazón del Evangelio. Porque más allá de las etiquetas de progresismo o conservadurismo, la pregunta sigue siendo la misma: ¿qué clase de esperanza necesita el mundo hoy, y quién podrá encarnarla desde Roma?